El siguiente relato forma parte de intercamblogs, escrito por Javier García, autor de "Entre llamas"
Sandra se levanta de la cama, son las
doce ya. En realidad, no quiere hacerlo, pero se obliga a sí misma,
como entrenamiento para el trabajo que comenzará a la semana
siguiente. Ya era hora, piensa, tanto tiempo sin nada que hacer le
cansa, le cansa la misma vida bajo esas condiciones. Trabajar,
ocuparse en algo durante buena parte del día, le ayudará a pensar
menos en su caótica vida personal. En como hay cosas con las que no
naces, y nunca acabas de aprender, por mucha inteligencia que se
tenga.
Mirándose al
espejo de la habitación, se observa a sí misma, con el rojo pelo
revuelto, y los ojos semicerrados. Es la peculiar cara matutina, la
que no quiso que él viera nunca más. Podía haberlo dejado pasar, y
no expulsarlo de su vida, pero no podía permitirse el riesgo de que
acabara siendo como los otros que había conocido, un fullero más
que quería aprovecharse de ella, un viva la virgen que fuera de cama
en cama, sin reparar en nada más, sin pensar en nada más.
La había hecho enfurecerse con
demasiada frecuencia, ya no tenía edad para juegos sin sentido,
aunque… la forma en que la miraba parecía sincera, y las cosas que
con esa mirada parecía decir… no sabía bien cómo interpretarlo.
Puede que se precipitara, pero le había avisado desde el principio,
de que tuviera cuidado con lo que hacía, de modo que él fue quien
cavó su propia tumba. Ella era una superviviente, y no podía
dejarse arrastrar por el primer sinvergüenza encantador que la
abordara, eso no entraba en sus planes, de ninguna manera.
Quizá es que ella no hubiese sabido
cultivar su yo más dulce, pero él debía aprender a decir las
cosas, a ser menos críptico, para no dar lugar a equívocos y
malentendidos de amargo final, pero tanto uno como el otro, ya tenían
una edad en la que era bastante difícil que aprendieran nuevos
comportamientos.
Ya estaba pensando en él otra vez,
cuando se había propuesto no concederle la menor importancia nunca
más, era sólo ya un acontecimiento menor, una persona
circunstancial, una relación anecdótica, y nada más, una presencia
que ya se había evaporado, y no la importunaría más. Se encendió
un cigarro, y se sentó en la cama, mientras miraba a través del
cristal de su ventana, contemplando la lluvia caer, cualquier cosa
valía para desviar el tema de sí misma.
Escrito por Javier García
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