15 Versos, 15 Sílabas, el poema perfecto

"Como un mazo de realidad me golpeaste la cara.

Yo buscando un sabor a la vida que no me amargue

y tu amargándote la vida aún siendo la más guapa."

Definitivamente, Yovne estaba bloqueado de nuevo. Solo llevaba escritos tres versos en este tiempo.

Tenía un reto, escribir el poema definitivo. Obsesionado con las métricas de la Grecia clásica, había elegido 15 sílabas. Se creía capaz de crear el poema perfecto, en temática, profundidad, y estilo. En cuanto al resultado, si lo vieran algunos expertos considerarían que iba bastante desencaminado, pues aparte de que la estructura de las rimas era un poco rara, la métrica elegida es muy poco común en la literatura española; pero Yovne pasaba horas y horas frente a su ordenador convencido de que sabría sacarlo adelante,y que sería el poema perfecto.

Decidió bajar al bar, y tratar de pasar su bloqueo con un trago, pues no era capaz de terminar su obra.

Una vez salió del portal, cruzó la calle y entró a un viejo bar, gobernado por una vieja, pero eficiente camarera:

-Buenas noches, Yov - dijo la camarera, sin desatender sus asuntos-. ¿Lo de siempre?

-Buenas, Paqui. Sí, ponme lo de siempre.

-Rober fue al baño, no creo que tarde en salir. ¿Qué tal te trata la vida? Hace unos días que no vienes.

-Pues como siempre, ya sabes, liado escribiendo...

Paqui no le dejó terminar la frase:

-Mira, por ahí viene.

Un hombre mayor salía del baño en ese instante. Con sus ojos azules recorrió la barra buscando su copa de coñac, cuando se topó con el muchacho, que ya tenía una copa de FourRoses con 3 hielos delante:

-¡Coño, Yovne! ¿Ya saliste de tu encierro? Joer macho, llevas tres días metido en casa. Todo por esa cabezonería tuya de escribir el gran poema. ¿Cuando lo veremos?

-Todo tiene un tiempo y un proceso, no tengas prisa, que ya llegará. Aunque la verdad es que estoy un poco bloqueado.

-Joder... Bueno, tú hazlo bien, a ver si nos sacas de pobres a todos. Quién sabe, igual eres el próximo premio nobel de escritura.

-De literatura.-Le corrigió Paqui, mientras secaba los vasos recién lavados.-¿Verdad Yovne? el nobel a los escritores es de literatura.

Entonces se hizo uno de esos apagados silencios que nacen en la melancolía de los bares, esos en los que cada uno de los presentes se hunde en sus propios pensamientos, arrastrado por los motivos que le han llevado hasta esa barra, sucia y pegajosa. No importa cuánto tiempo estuvieron así, porque a ellos no les importaba; da igual lo que pasara por sus cabezas, porque ellos le restaban importancia, la misma que le daban al líquido que pasaba por sus gargantas, les nublaba el juicio, y aliviaba sus penas.

Fue la campanilla de la puerta, quién cortó ese silencio. El sonido dio paso a una preciosa muchacha morena, no muy alta, tampoco muy baja; no muy gorda, tampoco muy flaca, a Yovne se le antojó preciosa, inocente y tentadora, una especie de súcubo angelical. Se aproximó a la máquina de tabaco  situada en la esquina, pidiendo a la camarera que se la activase.

Yovne, como movido por unos invisibles cables, se aproximó a ella. Apoyó su brazo izquierdo contra la máquina de tabaco, de tal manera que la dejaba arrinconada en la esquina, contra la pared. La chica frunció el entrecejo, pero no dijo nada. Fue Yovne quien habló:

"Como un mazo de realidad, me golpeaste la cara.

Yo buscando un sabor a la vida que no me amargue

y tu amargándote la vida aún siendo la más guapa.
Como un mazo de pasión, me golpeaste bien el alma
tus curvas y tu perfume son maestros del embriague

Unos pocos tendrían miedo de que les cabalgues
otros matarían por diez minutos de tu cama.
Yo te pido seas musa en mis poemas terrenales
haz que siga mi camino, no detengas mi avance.
Tu que mueves la tentación, más de diablo que dama

Como un mazo autoritario obligaste que deseara
me inspires el alma, no vayas lejos de estos lares.
Sin tí sobra el papel, y la poca tinta se acaba.
Contigo letras y rimas rescatan a su amada.
Eres causa y solución de un poema escrito en bares."

La confusión se apoderó de los testigos, ninguno supo reaccionar o qué decir, ni siquiera tenían claro que acababa de suceder. La chica sonreía atrapada en un torbellino de sentimientos y sensaciones; pero Yovne había salido corriendo del local, cruzando la calle para subir a toda prisa a su casa. Una vez dentro, se apresuró a sacar al ordenador de su hibernación, y teclear como un loco, sin apenas respirar.

Esa joven nunca lo supo, pero había inspirado, en apenas unos minutos, el poema perfecto, el que haría famoso a Yovne,  pues había escrito aquello que tanto había buscado, aquello que le había costado noches de no dormir: 15 versos y 15 sílabas. 

Muchos años después, Yovne releía su poema una y otra vez, insatisfecho, pues habría dado todas y cada una de sus letras, por volver a ver a la chica. No había encontrado otra igual en todo ese tiempo.