
Con las últimas monedas que le quedaban, había pagado la entrada en aquel after infernal, donde las pocas personas que aún estaban en pie, tenían poco de persona y mucho de deshecho. Sus amigos hacía un buen rato que estaban en casa, pero él quiso seguir la fiesta por su cuenta.
Las imágenes se posaban en sus retinas confusas, aceleradas y llegaban a su cerebro ralentizadas y entrecortándose unas a otras. Como buenamente pudo, se acercó a la barra para pedir otro Jack Daniel's con Cola.
Allí, apoyado, mirando hacia ningún sitio, la vio. Era preciosa, se movía con soltura, bailaba como los ángeles, tentaba como el mismo diablo. Tan boquiabierto se quedó nuestro compañero, que el cubata se le escurrió de la mano estallando el vaso contra el suelo.
Nunca supo si pasaron horas, minutos, o días enteros, no podía apartar la mirada de ella, como tantos otros. Desde la distancia pudo observar cómo varios hombres jóvenes se acercaban a presentarse esperanzados, cada uno con una táctica diferente, y todos salían como perros asustados.
Durante un breve instante, ella miró hacia la barra del bar, cruzándose su mirada con la de él. ¡Qué mirada! Utilizando los ojos como puerta de entrada, le llegó hasta el rincón más escondido de su alma, y allí se quedó alojada para siempre.
Totalmente paralizado, pestañeó lo que le pareció una fracción de segundo; pero cuando abrió los ojos, ella ya no estaba allí.
Durante semanas la estuvo buscando por todos los garitos de la ciudad, pero jamás volvió a encontrarla. Pero esa mirada, no se le olvidaría jamás, ella no era una chica cualquiera, era la tentación en persona, era la última chica del bar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario